Época Céltica en Cabeza del Buey
En la segunda mitad de la Edad de los Metales (Edad de Hierro), tiene lugar en España, como en todo el Sur de Europa, la invasión de los celtas. Según el historiador Antonio Arribas, las invasiones celtas en la Península Ibérica se iniciaron en el siglo IX a. C., bien sea en oleadas, o en un continuo fluir. En Extremadura, Jaén y el Alentejo y Algarve, los arqueólogos han encontrado piedras grabadas en sepulturas de guerreros y caudillos, relacionados con los grupos germanos que vinieron entremezclados con los celtas. En estas piedras, grabadas groseramente, se distinguen carros de guerra, hachas, lanzas y utensilios. En esta zona se han encontrado tres estelas de este tipo, una en las proximidades del Santuario de Belén y las otras dos en las fincas La Baileja y La Yuntilla, respectivamente, además de las halladas en Benquerencia y en Madroñiz.
Parte de estas tribus quedaron en Francia, posteriormente cruzaron el Orleanesado y Turena. Grupos de bituriges se asentaron en Bourges, Los Turones en Turena, etc. Pero la gran masa, con los celtas, belgas que venían tras sus pasos, penetraron en España y se establecieron en la Meseta. Los Belgas de la Meseta superior se infiltraron por los pasos de Gata y Gredos, en Extremadura, los turmogos llegaron a Cáceres. La punta mas avanzada, es posible que llegara a las montañas de Aroche (Huelva). Más al Sur, en tierras portuguesas, se asentaron los Turodis, que no eran otros que los llamados Turones.
La religión celta era fundamentalmente igual a la de los pueblos galos, entreverada con una serie de creencias de origen oriental. En las noches de plenilunio efectuaban sacrificios a los dioses y pasaban toda la noche entre bailes y jolgorios. Sus sacerdotes eran muy similares a los druidas galos.
Su organización política y sociológica se basaba sobre la institución de la tribu “gens”. Las Gens eran autónomas entre sí, pero agrupadas y federadas. Existía la asamblea tribal como órgano deliberante, compuesta por individuos pertenecientes a las clases superiores. La asamblea decidía sobre la guerra y la paz y nombraba jefe superior o caudillo militar.
Por toda la Meseta y por el NO se encuentran infinidad de figuras de toro, verracos u otros animales, talladas por los celtas, muchos de los cuales no es posible identificar debido a su tosca factura, todos tallados en piedra. Parte de ellos se hallan en sus lugares de origen, acrópolis o poblados, y también señalando las rutas de traslado del ganado. Parece que estas esculturas, colocadas en la entrada de sus pueblos, constituían un símbolo patronímico de las diversas tribus (Clanes del Verraco, del Toro, del Lobo, etc.). Otras hacían las veces de mojones fronterizos, o señalaban las vías pecuarias, o quizás algunas figuras pétreas constituían monumentos, funerarios, simbolizando animales sacrificados en honor del héroe allí sepultado. La hipótesis más admitida, asigna carácter totémico a estas tallas. Por lo tanto, es probable que algunas tribus celtas tuvieran como animal totémico al toro o el verraco en sus poblados.
Los Castros o citanias célticos eran sus poblados y estaban rodeados de varias murallas paralelas. Las casas solían ser de planta redonda, oval y hasta rectangular, con vestíbulos de piedra. Pero también hay simples chozas con el techo pajizo. Las citanias de las cuales tenemos conocimiento por estas latitudes, se encontraban sobre las colinas en que se asientan los castillos de Belalcázar y Almorchón y quizás también el de Madroñiz.
La extensión de tierra que se extiende desde el Betis hasta el Guadiana es llamada por Plinio Beturia. La una, nos dice, es de los célticos, cuyos límites tocan con la Lusitania, únicamente y van a decidir sus pleitos a la audiencia de Sevilla. La otra, es la de los Túrdulos, que, tocando por un lado con la Lusitania y por la otra, con la tarraconense, van a pedir justicia al convento Jurídico de Córdoba. A la Beturia céltica pertenecían Acinipo (Fregenal), Aruci (Aroche), Turóbriga (Cabeza del Buey), etc. Todas, según D. Miguel Cortés, entre Sierra Morena y el Guadiana.
A decir del Padre Juan Ruiz, autor de Historia de Hinojosa, la Beturia de los Túrdulos y la de los Célticos, por estas latitudes, estaban limitadas por el río Zújar, entre Hinojosa y Castuera y entre Cabeza del Buey y Belalcázar. Sobre la ubicación de Turobriga apunta posteriormente: “ Me consta, que visitando recientemente el señor Melida unas ruinas que hay en el Alcor de Sierra de Cabeza del Buey (las del Pedregoso), que mira a Belalcázar, en la solana comprobó que eran la antigua Turobriga. Luego el Zújar era la Línea divisoria (año 1910)”. Son las termas del Puerto de la Nava.
Otra versión es la que aporta don Agustín Cubeles de Roda en “Viaje a la Serena, 1971”. El magistrado Cubeles, en su visita a esta villa dice que en las proximidades se encuentran de vez en vez restos romanos: “Dicen que los de las huertas de la Nava, a poco menos de una legua al SE, corresponden a unas termas, a juzgar por lo que se conserva de lo que fue una espléndida edificación. Posible es que se encontrase aquí la antigua Armentaria. Como también que Turobriga, o Ciudad del Toro (Santuario de la diosa Proserpina), que Plinio sitúa en la Beturia, comarca de la Betica, entre Sierra Morena y el Guadiana, hubiese estado en el cerro del derruido castillo de Almorchón, precisamente donde fue encontrada una figurita de bronce representando un jinete ibérico. La distancia entre estos dos puntos, en línea recta, es de 6 Km.”.
Las excavaciones llevadas a cabo en 1979 y 1980 por la Institución Cultural Pedro de Valencia, están demostrando, que efectivamente, las ruinas de las Huertas de la Nava, corresponden a un complejo de baños recreativo-deportivo de gran extensión (entre 40.000 y 60.000 m). Según el director de las excavaciones, es la primera vez que se realiza un estudio a fondo de estas ruinas romanas; los hallazgos de las mismas indican que pertenecen a los siglos III y IV d.C.
Por lo tanto, nos inclinamos a pensar que la antigua Turobriga se encontraba ubicada en el cerro del castillo de Almorchón, donde después de la época árabe se hallara la puebla de Almorchón, desaparecida al trasladase sus vecinos a Cabeza del Buey; como también estimamos que lo que llama Cubeles “Templo de la diosa Proserpina” se encontrara en el lugar que hoy ocupa el Santuario de Belén, donde con frecuencia se descubren restos de época romana, así como la famosa estela del periodo neolítico.
De lo que se desprende, que del conglomerado celta que invadiera la península ibérica, fueran de las tribus turonis o turones los que se asentaran por estos parajes. El genitivo Turani lo encontramos en la península, en Ávila, y en Germania y Bélgica. La radical Turani aparece en muchísimos nombres célticos. Palomar establece correspondencia con el termino irlandés Turas (toro, y metafóricamente, hombre fuerte, poderoso). Los antroponímicos hispánicos con esta radical son muy numerosos: Turiaus, Turrianus, Tureus, Turacia, Turoni. En general, puede decirse que aparecen en toda la hispania indoeuropea, aunque con un marcado dominio en la zona lusitana. Es interesante señalar los toponímicos Turobriga, Cabeza del Buey, Turoquia, entre Braga y Astorga; Turriga…” (Revista de estudios extremeños. Enero-abril, 1974).
Hasta el año 73 de nuestra Era, nadie acredita la existencia de Turobriga, lo cual no indica que fuera de fundación romana, sino únicamente que durante la dominación de este pueblo, se llamo así. Su anterior existencia queda probada acudiendo a la etimología de su nombre romano: Turobriga, que no es mas que una traducción al latín de Thorbriga, que en idioma de los pueblos aborígenes tenia esta misma significación. Es hecho comprobado que los antiguos escritores romanos solían dar a los nombres bárbaros sus sinónimos en lengua romana: así Turobriga de Thorbriga es una palabra compuesta por dos voces de lenguas diferentes.
Datos sacados del libro de Historia de Cabeza del Buey